martes, 2 de abril de 2013

Estrategia ambiental: ¿Hacia dónde debemos ir?


Asumir responsabilidades y acciones conjuntas, la gran tarea de todos. Foto: http://blogs.que.es/


Por Apolinar Velazco
Como raza humana es muy fácil alterar el medio ambiente y todo lo que en éste existe, pero es difícil para quienes causamos este desequilibrio, el subsanarlo. Como causantes de los desmanes que sufren los ecosistemas que nos rodean, no vemos hasta qué punto podemos impactar y destruir lo que está en nuestro entorno. Evaluar el impacto negativo es algo que nos presenta Guillermo Espinoza en el libro “Gestión y Fundamentos de Evaluación de Impacto Ambiental”.

Es muy cierto: el mundo crece sin medida; cada vez los habitantes de este sistema en crecimiento exigen comodidades, lujos, estatus social, cercanía a las fuentes de entretenimiento, consumo, facilidades; cumplir todos estos caprichos no deja otra opción más que la de arrebatar de la naturaleza todo lo que permite su equilibrio ecológico: talar árboles para construir más y más viviendas, centros comerciales, centros poblados que puedan cumplir con las necesidades de una población que no está dispuesta a regresar a las épocas de más carencias, ésas que ya no volverán, a menos que acabemos con lo que aún nos queda.

“Los cambios ocurren a una velocidad vertiginosa, generándose grandes transformaciones políticas, culturales, científicas, tecnológicas, económicas, sociales y ambientales”, expone Espinoza, autor de este texto literario que para nada escapa de lo que estamos viviendo. Pudiera atreverme a decir que los últimos cuarenta años se aceleró este transformar de la realidad, pero los últimos quince, no han dejado ni la oportunidad para detenerse a analizar lo que se está haciendo, a dónde vamos como sociedad, como ciudadanos de este mundo, término que últimamente cobra fuerza, principalmente cuando se trata de causas humanitarias que requieren del esfuerzo y apoyo de todos los “buenos de corazón”.

En materia ambiental, mucho se dice y poco se hace; los gobiernos o mejor dicho, los gobernantes de las Naciones que conforma el Planeta Tierra elaboran grandes manifiestos pro- conservacionistas, pro- eliminación de emisiones de gases de efecto invernadero, pro- protección de las fuentes de abastecimiento como el agua; sí, muchas acciones en papel, muertas como dirían algunas organizaciones no gubernamentales, a las que el deterioro ambiental parece importarles más, sin que su rango de influencia logre abarcar al pleno de esta ciudadanía mundial.

Si bien el autor afirma que, “a partir de los años noventa se iniciaron con grandes cambios en la agenda internacional, especialmente desde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (conocida también como “Cumbre de la Tierra” y “Cumbre de Río”), celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en 1992” (Espinoza, 2007: 16); el avance de los acuerdos establecidos desde entonces es mínimo, comparado con los vertiginosos pasos del impacto perjudicial que dejamos los humanos en nuestro caminar por el mundo.

Está claro que, “la sobreexplotación de los recursos naturales y el inadecuado uso del ambiente constituyen problemas que traspasan los límites de los países, por ende la consecución del desarrollo sostenible necesariamente implica una respuesta global” (Espinoza, 2007: 16), contestación que el planeta nos demanda pues hacia él van todos los desmanes, que llegue rápido o se demore, puede ser clave para admitir que así no podemos seguir y que si no hay un stop a tiempo, más adelante puede ser tarde. Parece apocalíptico el mensaje, pero la demora puede ser mucho peor.

Los que vienen después de nosotros tendrán un futuro de más esfuerzo, quizás de mayores retos. Es evidente que, “el manejo inadecuado de determinado recurso natural puede tener efectos adversos en diversas dimensiones, hasta inclusive ser trasladados a generaciones futuras, limitando sus posibilidades de desarrollo” (Espinoza, 2007: 18). Hay quienes dicen que las políticas públicas son meras estrategias gubernamentales para ensalzarse en el denominado “pensamiento verde”, aunque de éste pensamiento conservacionista poco se tenga. La bandera para ganar adeptos, es todavía más, el propósito de decir que se gobierna cuidando la naturaleza.

En sintonía con lo expuesto previamente está el pensamiento de Espinoza, quien reafirma que, “los seres humanos tienen cada vez más capacidad para modificar la naturaleza; tanto que incluso amenaza su ambiente y por ende su supervivencia”. Cuánto más nos quedará de esa (super)vivencia en el planeta, sin que nos topemos con la imposibilidad de (sobre)vivir. La globalización, nos acercó físicamente, visualmente y todavía más virtualmente a latitudes que hace cincuenta años era impensable lograrlo, aunque los augurios de quienes vivieron en esa época, alertaban de que esa cercanía algún día iba a llegar.

“El calentamiento global de la atmósfera y el cambio climático, el adelgazamiento de la capa de ozono, la pérdida de la biodiversidad, la disminución de la masa vegetal y el avance de la desertificación, son evidencias de este deterioro” (Espinoza, 2007:16). Problemática que en nuestro país y en muchos otros que no han adoptado una correcta política ambiental, se recrudece más. La sequía constante que padecen nuestros conciudadanos del norte (más los indígenas de las zonas serranas) y los fenómenos naturales que azotan en el centro y sur de La Nación (desplazando a los que menos tienen a puntos periféricos de las ciudades), son ejemplos que concretan esta realidad.  

Promover un desarrollo sostenible, sin afectar los ecosistemas es parte importante la protección del medio ambiente, pues como afirma el académico que escribe este capítulo denominado: “EIA y Desarrollo Sostenible”, sólo implementando acciones racionales previendo los respectivos costos y beneficios que involucra hacerlo (…) “logrará traducir sus objetivos en señales concretas y podrá tener éxito en despertar un interés por evitar el deterioro ambiental” (Espinoza, 2007: 17).

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